Me voy deshaciendo en mi ansiedad sin fundamento alguno. Mi combustible es el insomnio crónico que he desarrollado con el pasar de los años.
Todo nace de mi deseo de perfección o quizás de mi deseo de sentirme útil que, irónicamente, se hace presente en las horas menos adecuadas.
Me es difícil calmar las ansias de hacer algo que valga la pena, sólo pienso en forzarme a realizar alguna actividad de esas que disfruto pero nunca hago porque supuestamente "no tengo tiempo". El arte siempre parece ser la mejor opción.
He llegado a la conclusión de que la creatividad y yo no somos compatibles últimamente. Tiende a esconderse cuando la llamo. Al parecer soy un monstruo temible, un degenerado, tal vez un pscópata endemoniado que desea hacerla sufrir. Me quedo con su ausencia, con el vacío y la insatisfacción de crear algo que poco transimite la gran escala de emociones de mis vivencias diarias. Mientras tanto ella se ríe de mi, burlándose desde un rincón desconocido y yo buscando alguna forma de sobornarla para que venga a acompañarme.
Siguen pasando las horas y yo me disperso cada vez más: Deseo, deseo. Al final, sigo sin actuar. Se repite el patrón. Siempre hay un momento de renuncia, me doy cuenta de que es tiempo de finalizar la tortura y la huelga constante de mi cuerpo pidiendo misericordia por fin hace efecto.
Esta madrugada no es diferente aunque quisiera que lo fuera. Recuerdo demasiado tarde que debo renunciar a mis anhelos, a esos impulsos que tratan de buscar soluciones superficiales a problemas profundos. Y al acostarme me lamento por no haber cedido antes. Todo es cuestión de ordenar, hacer espacio para que la ansiedad fluya y se pueda ir con facilidad. No se pueden resolver todos los errores cometidos en unas pocas horas de intentos. Solo queda volver a comenzar, y esta vez debo ordenar...
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