Ya me acostumbre a la soledad, no le tengo miedo, no crea frustación en mi. De vez en cuando vienen los anhelos, de vez en cuando las ilusiones me hacen suspirar, pero cuando terminan no me siento mal.
Por fin he entendido que obsesionarse con la idea del amor perfecto no sirve de nada. Inventar posibles escenarios de encuentros fortuitos sigue siendo un pasatiempo entretenido pero ya no le doy tanta importancia. La ansiedad que nacía por tener alguien a mi lado se fue. Me siento libre de mis propias cadenas.
No he dejado de creer en el amor. Siempre estará en mi la certeza de que en alguna parte del mundo está esa persona que terminará de darle sentido a mi vida. Nunca perderé la esperanza, nunca dejaré de esperar, ahora soy más paciente, no hay porque dudar.
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